
Este 2 de noviembre, la Iglesia Católica celebra la Conmemoración de los Fieles Difuntos, una jornada dedicada a orar por todos aquellos que han partido de este mundo y aún esperan alcanzar la plenitud de la vida eterna.
La tradición tiene sus orígenes en el siglo X, cuando el monje benedictino san Odilón de Cluny instauró esta práctica en su monasterio, extendiéndose luego a toda la cristiandad. Desde entonces, cada año, tras la Solemnidad de Todos los Santos, los fieles dedican este día a recordar a sus seres queridos fallecidos, visitando cementerios, encendiendo velas y ofreciendo oraciones por sus almas.
El sentido profundo de la fecha es la esperanza en la resurrección y la comunión entre los vivos y los muertos. Según la doctrina católica, la oración de los vivos puede ayudar a quienes se encuentran en el purgatorio a alcanzar el descanso eterno.
En muchos países, la jornada combina fe, cultura y tradición. En México, por ejemplo, se celebra el Día de Muertos, una de las festividades más coloridas y simbólicas del mundo, declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. En América Latina y Europa, las familias suelen llevar flores a los cementerios y compartir momentos de silencio y memoria.
El papa Francisco ha recordado en más de una ocasión que esta fecha “nos invita a mirar la vida con esperanza, sabiendo que la muerte no tiene la última palabra”.
