
Generalmente, los extras no tienen líneas para hablar en una película o serie. Si un director le pide a un extra que diga algo, ese papel actoral puede cambiar y lo hace ascender. La categoría suele conocerse como «papel de reparto con diálogo» y por lo general, implica una mejor paga y un contrato diferente. Y en películas taquilleras como Titanic eso hace mucha diferencia. Es lo que le sucedió a Reece Thompson, en aquel 1998 con cinco años, porque su mamá optó por ponerlo en la película de James Cameron, en vez de un comercial.
En el film protagonizado por Leonardo Di Caprio y Kate Winslet a último momento le dieron una frase para decir. «¿Qué estamos haciendo, Mami», esas palabras lo hacen ganar dólares hasta hoy.
El extra rara vez es el foco de la cámara, sin embargo el canadiense actual gerente de marketing digital de un resort en Utah tuvo un primer plano y formó parte de otra escena. Junto a una actriz adulta que reprsentaba a su madre y otra niña, en el rol de su hermana, generaron uno de los segmentos más conmovedores cuando el gigante barco se está hundiendo y los tres esperan recostados que el mar los absorba en una cama de la Tercera Clase.
Por esa participación en una de las mejores películas de la historia que recaudó más de U$S 2.200 millones, Thompson terminó cobrando U$S 30.000 totales. Fueron a parar a un cuenta bancaria por recomendación de su madre. Así pagó sus estudios, un auto y varios gastos más de la vida cotidiana a lo largo de los años.
Él con un papel muy menor, al que solo una línea de diálogo lo separa de la categoría de extra, sigue recibiendo pagos hasta el día de hoy por derechos como intérprete. En estas casi tres décadas lleva cobrados por esos derechos alrededor de U$S 45.000.
Durante los primeros años esos cheques llegaban trimestralmente y contenían cifras generosas. Provenían de exhibiciones en cines de países alejados, las ediciones en VHS y DVD y demás formatos. También de reestrenos y ediciones especiales que fueron saliendo periódicamente.
Cada vez que había un lanzamiento de este tipo lo que cobraba Reece volvía a incrementarse. Podían ser algunos miles de dólares cada trimestre. Ahora puede que lleguen una vez al año y fluctúan entre los U$S 100 y los 300.
El «Pequeño Niño Irlandés», según consignaba el guión, hoy dice que al escucharse no nota el acento y que le parece muy extraña su pronunciación: “No suena demasiado irlandés”. Y eso que le pusieron un entrenador vocal. No quedó conforme, pero tiene una buena historia para contar y, de vez en cuando, unos dólares extras.