
El comedor de la Casa Blanca ya estaba listo. Los platos de porcelana de bordes dorados y el escudo oficial de la mansión del presidente ya estaban en su sitio y cada invitado sabía dónde debía sentarse porque cada lugar tenía su nombre. De un lado estaban ubicados los estadounidenses, del otro, los argentinos. El medio estaba previsto para los sitios preferenciales donde se ubicarían Donald Trump y Javier Milei.
Pero antes Trump, siempre afecto a los movimientos sorpresivos, decidió regalar a la delegación argentina una visita guiada a su lugar favorito en el mundo: el Salón Oval, desde donde dirige la primera potencia del mundo. Hasta allí fue con Milei y todos los ministros visitantes y les mostró el famoso escritorio con el cortinado de fondo, la chimenea de bordes dorados y los sillones tapizados de amarillo donde suelen desfilar las personalidades más importantes del planeta.
Fue un gesto de Trump, porque Milei pudo sacarse allí la foto que buscaba, ya que horas antes el republicano había cancelado la bilateral en el despacho presidencial. El magnate estaba en su salsa, hablaba de sus dotes decorativas (la oficina fue adaptada a su gusto cuando asumió) y también les mostró distintas maquetas con otros proyectos de remodelación y les preguntó cuál les gustaba más. Los argentinos, que nunca habían ingresado a ese mítico lugar, estaban emocionados, según le dijo a Clarín uno de los funcionarios que estuvo allí.
Milei tuvo allí su buscada foto y todavía el almuerzo no había comenzado. Se trasladaron todos al comedor principal de la Casa Blanca, donde cada uno se sentó en su lugar. El libertario, de traje oscuro, estaba flanqueado por su hermana Karina, de traje negro, y por Werthein. Luego se seguían el ministro de Economía, Luis Caputo, el jefe del Banco Central, Santiago Bausili, la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich y el embajador Alec Oxenford.
Del otro lado, Trump, con su tradicional corbata roja, estaba rodeado por el vicepresidente JDVance y el secretario de Estado, Marco Rubio. Luego se ubicaba el secretario del Tesoro Scott Bessent, el de Defensa, Pete Hegseth, la jefa de Gabinete, Susie Wiles, el representante de Comercio, Jamieson Greer, el secretario de Energía, Chris Wright, y el embajador en Buenos Aires, Peter Lamelas.
Sobre los platos, descansaba el menú, decorado con las banderas de EE.UU. y de Argentina. “Almuerzo en honor a su excelencia Javier Milei”, se leía. Ensalada de lechuga romana con salsa cítrica de naranjas, luego carne asada, con verduras y finalizaba con un “caramel custard” de vainilla fue la elección del día.
Allí ingresó la prensa. Antes de llegar al comedor ya se podían ver en el pasillo una serie de cuadros con las fotos que Trump se había sacado apenas unas horas antes en su visita a Israel y Egipto y la firma del acuerdo de paz en Oriente Medio. Trump, claro, era el protagonista de todas.
Ingresó el pool de la Casa Blanca (los periodistas estadounidenses que siguen a Trump todo el tiempo) más los argentinos acreditados, entre ellos Clarín. Al principio hubo unas palabras de Trump y otras de Milei, que le entregó una carta de agradecimiento de los rehenes argentinos recientemente liberados y un apoyo a su candidatura al Nobel de la Paz por el acuerdo en Oriente Medio.
Luego Trump fue Trump, contestando por casi una hora preguntas a la prensa, sobre todos los temas locales e internacionales, más allá de Argentina, con bromas, autoelogios, dardos a la oposición, yendo de un tema a otro sin escalas. Milei y los funcionarios argentinos –en general de pocas palabras– miraban azorados mientras el republicano contestaba sobre Ucrania, Oriente Medio, España, el cierre del Gobierno, Hamas, China y saltaba de un lado a otro.
Trump llenó de elogios a Milei. Pero los argentinos saltaron de sus sillas cuando respondió una pregunta de una periodista de TN que le consultó textualmente si el respaldo financiero de EE.UU. dependía del resultado de las próximas elecciones legislativas. Entre el jefe de la Casa Blanca y Bessent dieron la impresión de que condicionaba la ayuda al 26 de octubre. «Si Milei pierde, no seremos generosos», dijo el magnate, mientras la transmisión se seguía atentamente en Buenos Aires.
Estas declaraciones tuvieron fuerte impacto en los mercados, que interpretaron que EE.UU. condicionaba el apoyo. Según reconstruyó Clarín, los argentinos (que por cuestiones de seguridad no tenían los celulares encima), percibieron en el momento que la respuesta de Trump podría haber sido confusa. Pero señalaron que resultaba muy difícil interrumpir a Trump con alguna aclaración y menos ante la prensa. Fue un momento de zozobra.
El tema surgió luego en el almuerzo a puertas cerradas. Según dijeron a Clarín fuentes presentes en la reunión, los argentinos volvieron a sacar el tema y Trump aclaró que se refería a que no serían generosos si la Argentina cambiaba de rumbo, o sea un cambio de gestión.
Cuando caían los mercados, el vocero Manuel Adorni y el asesor Santiago Caputo salieron a tuitear desde Buenos Aires que Trump se había referido al 2027. Patricia Bullrich luego aclaró en Washington: “Después de que se fue la prensa, Trump repitió que el compromiso es con los principios. Aclaró que no tenía nada que ver con el 26 de octubre”.
Al caer la noche en Washington, el ministro Caputo dijo a la prensa en la puerta de la Blair House que «hubo una mala interpretación de los mercados de que era un apoyo hasta el 26 de octubre», dijo. «Imagínense si EE.UU. va dar un apoyo tan grande por solo unos días. Es una mala interpretación. No es lo que dijo el presidente Trump. El apoyo es a las políticas. Mientras Argentina se mantenga en estas políticas, EE.UU va a hacer lo necesario para que siga bien”, señaló.
Con un Trump omnipresente, los argentinos apenas pudieron exponer algunos temas de sus áreas, pero se comprometieron a seguir trabajando en temas de comercio, terrorismo e inversiones. El almuerzo duró cerca de una hora y veinte minutos.
Luego los ministros volvieron a la Blair House, la casa de huéspedes donde durmieron la noche del lunes mientras que Milei se quedó en la Casa Blanca para asistir a una ceremonia de homenaje a Charlie Kirk, el influencer ultraconservador que fue asesinado el 10 de septiembre, a quien Trump le entregó la Medalla de la Libertad en forma póstuma, el día en que hubiera cumplido 32 años.
Sentado en primera fila en el remodelado Jardín de las Rosas, con su hermana Karina y el canciller Werthein a su lado, Milei volvió a ser elogiado por Trump que lo llamó “superstar” y le pidió que se pusiera de pie. Ya a las 6 de la tarde, hora de Washington, Milei regresaba a la casa de huéspedes, antes de partir de regreso a Buenos Aires.
Fuente: Clarín