
Osvaldo Jaldo ha comenzado el año electoral con movimientos calculados que buscan afianzar su liderazgo en la provincia. Con un peronismo nacional dividido y enfrentando un escenario adverso, Jaldo envía señales claras de unidad a nivel local, aunque su estrategia parece más centrada en consolidar su control que en construir consensos genuinos. La reciente exposición pública junto a Rossana Chahla y Miguel Acevedo, figuras clave de su gestión, refuerza esta lectura.
Unidad: ¿un discurso o una estrategia real?
El mensaje del gobernador es claro: el peronismo tucumano debe llegar unido a las urnas. Sin embargo, la unidad que pregona tiene matices. Más que un espacio de discusión abierta, Jaldo propone una estructura vertical donde las decisiones principales se toman en su despacho. Las reuniones con Chahla, intendenta de la capital, y Acevedo, vicegobernador, parecen diseñadas para enviar un mensaje de cohesión, pero también para marcar límites a cualquier intento de disidencia interna.
El gobernador sabe que un peronismo dividido en Tucumán podría poner en peligro las dos bancas de diputados en juego, cruciales para su espacio dialoguista. Pero la unidad que busca no está exenta de tensiones, especialmente por la influencia que Juan Manzur todavía ejerce en algunos sectores del PJ provincial.
La gestión como eje de campaña: ¿suficiente?
Jaldo apuesta a que su gestión sea la bandera que le permita provincializar la elección, alejándola del desgaste del peronismo nacional. Las obras públicas, como la renovación del aeropuerto y los proyectos habitacionales, son parte de un relato que busca destacar avances tangibles. Sin embargo, la pregunta es si esto será suficiente para movilizar a un electorado que enfrenta problemas estructurales más profundos, como la inseguridad y el empleo.
El riesgo de esta estrategia es que el electorado no perciba las obras como transformaciones significativas, sino como medidas que apenas raspan la superficie de sus necesidades. En un escenario de alta polarización con La Libertad Avanza, el gobernador deberá demostrar que su gestión puede ofrecer algo más que proyectos concretos: una visión a largo plazo que realmente conecte con los tucumanos.
Un liderazgo pragmático, pero con matices autoritarios
La inclusión de figuras como Hugo Cabral, un referente kirchnerista, en puestos clave de su gobierno, refleja el pragmatismo político de Jaldo. Busca sumar aliados sin ceder poder real. Este enfoque puede ser efectivo para alinear a distintos sectores del justicialismo, pero también evidencia su necesidad de control. En lugar de promover un diálogo amplio dentro del PJ, el gobernador parece estar reforzando una estructura donde la toma de decisiones es centralizada.
Si bien esto fortalece su liderazgo en el corto plazo, también puede generar roces internos. La política del mando único no siempre es sostenible, y dependerá de cómo gestione las tensiones en el camino hacia las elecciones.
El desafío del peronismo tucumano
Jaldo enfrenta un desafío doble: mantener el control interno del PJ y convencer a los tucumanos de que su modelo de liderazgo y gestión es la mejor opción. Con una oposición que podría capitalizar el descontento social y un electorado cada vez más crítico, el gobernador camina una línea delgada entre el pragmatismo y el riesgo de ser percibido como demasiado autoritario.
En este contexto, la pregunta no es si Jaldo logrará consolidar su poder, sino si podrá traducirlo en resultados electorales y, más importante aún, en un impacto positivo para los tucumanos. La unidad que busca construir debe ser más que una estrategia electoral: necesita convertirse en un proyecto político que trascienda las urnas y conecte con las demandas de la sociedad. Por ahora, el gobernador avanza con firmeza, pero los desafíos que enfrenta requieren algo más que decisiones calculadas: necesitan liderazgo verdadero.